Internacional
La nueva jefa de inteligencia de EEUU genera división y preocupación
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, junto a Tulsi Gabbard, propuesta para dirigir los servicios de inteligencia, el 29 de agosto de 2024 en La Crosse, Wisconsin (Kamil Krzaczynski)
AFP/AFP
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, junto a Tulsi Gabbard, propuesta para dirigir los servicios de inteligencia, el 29 de agosto de 2024 en La Crosse, Wisconsin (Kamil Krzaczynski) (Kamil Krzaczynski/AFP/AFP)
El nombramiento de Tulsi Gabbard, una firme oponente al intervencionismo militar de Washington, al frente de los servicios de inteligencia generó preocupación, sobre todo por una eventual politización del trabajo de los espías estadounidenses y su sometimiento a la Casa Blanca.
Pero antes de ocupar el cargo, la exsoldado de 43 años, tránsfuga del Partido Demócrata, deberá ser refrendada por el Senado.
Si esa Cámara da su visto bueno, la mujer, que no tiene experiencia en la materia y se ha manifestado en el pasado a favor de los presidentes ruso Vladimir Putin y sirio Bashar al Asad, se convertirá en la nueva directora de inteligencia nacional.
El puesto, eminentemente político, fue creado en 2005 después de que se descubriera hasta qué punto la falta de coordinación entre las diferentes oficinas gubernamentales impidió frustrar los atentados del 11 de septiembre de 2001.
«Es una función administrativa para asegurarse de que las agencias se hablan entre sí, que se coordinan […], que la CIA no dirige el baile y que existen reglas de análisis», explica a AFP Mathew Burrows, un exempleado de la CIA que actualmente se desempeña como analista en el gabinete de ideas Stimson de Washington.
El director de los servicios de inteligencia también habla con el presidente a diario, por lo que las opiniones de Gabbard y su cercanía con Trump generan inquietud, aunque sus predecesores también compusieron un equipo a su medida.
– Estados Unidos, ¿»aliado» de Putin? –
«Su nombramiento será una amenaza para la seguridad de Estados Unidos», afirma Tom Nichols, profesor de la Escuela de Guerra Naval de Estados Unidos. «Una persona con [esas] opiniones no debería poder acercarse a las joyas reales de la inteligencia estadounidense».
Hace años que las declaraciones de Gabbard causan polémica, como cuando aludió a las «preocupaciones legítimas de Rusia sobre una posible entrada de Ucrania en la OTAN».
O cuando se reunió con Asad en Siria, acusando a las élites políticas estadounidenses de belicistas y afirmando querer evitar los conflictos.
Pero, según Phillips O’Brien, profesor de estudios estratégicos en la Universidad St Andrews de Escocia, Gabbard, que en aquel entonces era diputada demócrata, no quería «evitar la guerra, sino proteger al régimen» sirio.
«¿Y si Estados Unidos estuviera a punto de convertirse en un aliado de Putin? Es una cuestión que cabe plantearse», apunta.
Eligiendo a Gabbard, Donald Trump quizá busque evitar roces con responsables de los servicios de inteligencia como los que hubo durante su primer mandato, cuando los trató de «ingenuos» y les aconsejó «volver a la escuela».
– «Todo patas arriba» –
El segundo mandato seguramente empiece de otra manera. Trump «quiere neutralizar críticas de la comunidad [y] Gabbard, al estar a cargo de la sesión informativa diaria con el presidente, tiene el poder de eliminar el análisis que no sirva a sus decisiones», según Mathew Burrows.
El experto teme que las opiniones de Gabbard «politicen los servicios de inteligencia». Ella «debe entender que su función es decir la verdad al poder. Y estoy seguro de que Trump no tiene eso en mente porque […] está convencido de poseer toda la verdad que necesita», advierte el analista.
Habrá que esperar un tiempo para comprobar las consecuencias reales del nombramiento pero «la comunidad teme, necesariamente, una caza de brujas», señala Alexandre Papaemmanuel, profesor del instituto Sciences-Po de París.
Donald Trump «lo pondrá todo patas arriba», pronostica. «Así como pudo romper los códigos de la política, de la relación mediática con los electores y los ciudadanos, lo que se puede y no se puede decir, podemos imaginar que querrá romper los muy viejos códigos de los servicios de inteligencia».
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