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El lienzo charro convertido en cementerio de ganado
Aunque Usted no lo crea estimado lector, el director del Rescate y Adopción de Mascotas del Municipio (RAMM), Diego Poggio, fue obligado a renunciar a su cargo por el simple hecho de haber cumplido con su deber.
No cometió un acto de corrupción, ni se pasó de lanza en el cumplimiento de sus funciones. Al contrario, aplicó sus facultades en el rescate y defensa de los derechos animales y eso le costó la chamba, junto con su mano derecha y principal auxiliar en la dependencia, Gisel Rubio, a quien también le tocaron las golondrinas.
Por lo tanto, fue una reverenda mentira la declaración que hizo a los medios el director de Ecología del Municipio, César Díaz Gutiérrez, en el sentido de que Poggio y Rubio renunciaron por motivos personales.
Lo que pasó fue que el Diego Poggio atendió con celeridad las denuncias ciudadanas que se presentaron contra el Lienzo Charro Adolfo López Mateos, por las condiciones lamentables en que se encontraban varias vaquillas y caballos en los corrales.
Las fotos del ganado maltratado y famélico, que se encontraba en condición de abandono e inanición en el viejo lienzo, se viralizaron en las redes sociales a tal grado que despertaron la atención de las organizaciones ambientalistas y defensoras de animales, que pidieron la intervención urgente del RAMM.
Cuando Poggio intervino y se llevó el ganado famélico, una de las vaquillas murió por el estado de desnutrición y enfermedad en que se encontraba, a pesar de haber sido atendida por veterinarios de la dependencia municipal.
Ese hecho bastó para que el administrador del lienzo, el cantante Walterio Magdaleno, pusiera el grito en el cielo y con la ayuda de su jefe, el director del deporte Juan Escalante Flores, movieron la tenebra para que Diego Poggio fuera despedido, por andarse metiendo en terrenos del Instituto Municipal del Deporte.
La mejor evidencia de lo anterior fue el mensaje que en audio envió Walterio a los usuarios del lienzo, antes de que las organizaciones defensoras de animales pidieran la intervención del RAMM.
En ese mensaje dice textualmente: “Usuarios, pasen la voz, otra vez vamos a hacer la dinámica de bajar la pluma para evitar visitas de los animalistas y voy a tener ahí sectoriado la entrada…porque se vienen golpeteos fuertes contra el lienzo… entonces la gente que venga, díganle a su gente que abran la pluma y cierren la pluma… como quiera se tiene poquito más seguridad… por favor si son tan amables, ese apoyo, para protección de todos…(sic)”
Walterio lo que pretendía era mantener cerrado el acceso al lienzo, para que no trascendieran las condiciones lamentables y antihigiénicas en que se encuentra el inmueble y muchos animales ahí alojados.
Buscaba también, echarle tierra al asunto de las vaquillas y caballos abandonados, cuyas condiciones físicas era su responsabilidad haber denunciado para que fueran atendidos oportunamente, pero no contaba con que Diego Poggio iría al lienzo a ver las condiciones del mismo, con personal del RAMM, para llevarse a los animales maltratados.
Eso bastó para que junto con su padrino Juan Escalante, pegaran el grito en el cielo argumentando que Poggio había dado pie al golpeteo y escándalo mediático contra el lienzo, cuando lo que en realidad hizo fue cumplir con su deber y meterles un calambre a todos los vaqueros urbanos, que por hobbie tienen un caballo y vaquillas en el lienzo, sin alimentarlos ni atenderlos como humanamente debe ser.
Realmente, el problema del lienzo es más grave que este caso de vaquillas y pencos abandonados, y se remonta a la administración municipal de Enrique Serrano, cuando el lienzo paso al control del municipio y le quitaron el negocio particular al ex síndico Leonardo “Nayo” Villar, quien era el líder eterno de la asociación de charros “Adolfo López Mateos.
Lamentablemente, los nuevos administradores del lienzo nombrados por el gobierno en aquel entonces, permitieron que el mismo se saturara con personajes que no eran charros ni caballistas, sino simples imitadores de la moda Marlboro.
Fueron éstos los que ampliaron el número de caballerizas de lienzo, convirtiendo las bodegas y espacios libres del inmueble en reducidas estancias para los equinos, que llevaron para presumir que eran hombres de tejana y botas.
Ahora nomás falta que, con la fiebre de la yellostowmania, por la serie vaquera de Netflix, aparezcan nuevos rancheros urbanos y Walterio los deje ingresar con sus caballos, aunque luego los abandonen y los manden a los corrales a que se mueran de hambre, como ya está ocurriendo.
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